No goza del favor que los años han dado a las denominaciones
de origen antiguas como Rioja o Ribera del Duero pero los vinos de Somontano y la amplia oferta
cultural y gastronómica de estas tierras verdes y abruptas bañadas por el río
Vero bien merecen una escapada. Esta comarca al pie del Prepirineo de Huesca
está a tan solo dos horas en coche desde Barcelona y, como el turismo enológico
está en auge -1,5 millones de personas visitaron alguna de las Rutas del vino
de España el año pasado, según datos de la Asociación Española de Ciudades del
Vino (Acevin)-, hay que aprovecharlo.
De vino hay
quien sabe mucho y quien no sabe nada y cree que por eso va asentirse pequeñito
en un curso de cata. Nada de eso. La máxima de la Ruta del Vino de Somontano
será catar, maridar y visitar viñedos para luego catar, catar y seguir catando.
Al final, algo quedará en el paladar y mucho en la memoria. La elección es
complicada porque todas las 34 bodegas que forman esta joven Denominación de
Origen (1984), son distintas, y hay casi 100 establecimientos entre
restaurantes hoteles y tiendas de delicatessen acogidas a la ruta. Hemos hecho
la selección por vosotros escogiendo a las cinco que mejor representan el
inicio, la tradición del vino en la comarca, la explosión de la DO y el futuro
de la misma, así como algunos locales imperdibles para dormir y comer que os
harán la estancia inolvidable.
Antes de nada
hay que visitar el Complejo de San Julián y Santa Lucía de Barbastro –antiguo
hospital e Iglesia- donde está la Oficina de Turismo, el Centro de
Interpretación de Somontano y el Espacio del Vino. Allí, Raquel Latre, de Enoturismo, os dará todas las herramientas para
defenderos con un curso de iniciación a la cata (10 euros para grupos grandes .
Entenderemos cómo la diversidad del territorio ha marcado el carácter de sus
vinos y tendremos nociones para aplicarlas en cada una de las bodegas. (También
podemos hacer una cata de quesos de Radiquero y vino por 20 euros).
Las bodegas:
Lalanne es la
bodega con más solera y el germen de la DO. Hace de contrapunto histórico y
familiar a las bodegas industriales ya que echó raíces hace más de un siglo en
la provincia -aunque nació en 1842 en Burdeos - y es lo que uno se imagina que
ha de ser una bodega: rodeada de viñedos al estilo francés, siguiendo el
proceso de elaboración artesanal y tradicional bordelés. El bisabuelo de Ana
Lalanne trajo a Somontano las variedades internacionales y fue uno de los
primeros en cultivarlas en España. Cuando en los ochenta se crea la DO, esta
bodega y sus variedades se toman como referencia abriendo el camino a que las
otras puedan cultivarlas sin estudios previos. Ella misma, su hermana Laura o
su padre os harán una amena vista por la bodega (3 euros) para
enseñaros, entre otras curiosidades, barricas y botellas milagrosamente
salvadas de 1936. Estas grandes reservas –nos cuenta Ana- se venden a unos 800
euros a particulares que buscan, por ejemplo, la fecha en que se casaron o
nacieron sus hijos y son de los pocos en España que lo hacen. No conservan
añadas más antiguas porque durante la guerra la bodega fue ocupada por ambos
bandos y “lo que no se bebieron unos se lo bebieron los otros. No dejaron nada
de antes”, puntualiza Ana. La visita acaba con una cata de sus vinos, algunos
con el nombre de estas simpáticas propietarias. La única concesión “moderna” es
la organización de banquetes y bodas aprovechando la imponente vista a sus
viñedos, que bien vale la pena.
Lalanne
completa la parte histórica de la DO junto con Bodega Pirineos, que nace en 1993 a partir de
la antigua Cooperativa Comarcal de Somontano de Sobarbe -con más de 200
viticultores- que data de 1964. Ahora pertenece a esta cooperativa y al Grupo
Barbadillo y es la segunda empresa en hectáreas y producción. Ofrece una visita guiada también a 3 euros (de lunes a
sábado) acompañada de la degustación de dos vinos, una guía de cata y un
pequeño picoteo. Además, ofrece cursos de cata de diferentes niveles con una
botella de obsequio (entre 30-50 euros) y un interesante menú maridaje
comentado a cargo de la cocina del Hostal Pirineos en su subterráneo (de lunes
a sábado 40-60 euros) también con visita a la bodega y vino de regalo.
Pero diríamos
que las dos bodegas que comparten el peso de la DO y que mejor han sabido
exportar su marca son Viñas del Vero y Enate.
La primera es
onomásticamente identificable con el principal río de la comarca, el Vero.
Vende 5 millones de botellas anuales y eso le permite permitirse dos lujos. El
primero es trabajar una gran parte de las variedades de la DO gracias a que sus
1000 hectáreas (700 propias) se reparten por catorce zonas al norte de
Barbastro. Así, es fácil encontrar un terreno idóneo para cada uva (trabajan 8
tintas y 7 blancas, más que en La DO Rioja). Lejos de lo que pueda parecer por
tamaño y producción, la bodega no se ha desprendido del alma artesanal que se
presume a este trabajo sino que lo ha concentrado en un vino muy especial.
Blecua (94 puntos en la lista Parker) es una joya de la que solo salen al
mercado 2000 botellas al año y este es el segundo lujo de la casa. “Para Blecua
destinamos la selección de los siete mejores viñedos que tenemos”, explica
Joaquín Torres, relaciones públicas de la bodega y uno de los expertos más
respetados en la comarca. La uva se selecciona manualmente y solo se usan para
el coupage las mejores barricas de cada variedad (Merlot, Cabernet Sauvignon,
Garnacha y Tempranillo) así que, por fuerza, el vino es cada año diferente.
La casita donde
se elabora -os parecerá una bodega de juguete- perteneció a un conocido médico
de Barbastro que decoró su fachada con una flor. No saben qué especie es pero
la han usado como marca de este vino tan especial. Anteriormente, la
construcción perteneció a unos monjes Benedictinos franceses y de ellos también
heredaron algo: unas cuevas en las que guardar las barricas y un pozo que
acompaña a su pequeña biblioteca gastronómica en el subterráneo. La bodega
reúne a los mejores cocineros durante sus jornadas "Días de... vino y
trufas", la excusa idónea para que firmen sus libros in situ. Blecua
ofrece una visita sencilla a cinco euros o una más completa a 18 euros, que
incluye un paseo por los viñedos, visita a la bodega y una degustación de dos
vinos. También se puede hacer un curso de cata y maridaje gastronómico por 30
euros.
Enate es una historia
de amor entre arte y vino y una de las bodegas más jóvenes de la DO (fundada en
1991). Tomó prestada de Château Mouton-Rothschild la idea de estampar sus
etiquetas con obras de grandes pintores que después deja expuestas en su
pinacoteca. Aquí un Saura –el que inauguró la colección con gran aceptación y
mayor sorpresa-, allí un Chillida, in Subirats, un Federic Amat, un Tàpies… y
el recorrido se convierte en un paseo por una galería. Mª José Giménez, del
departamento de imagen, recuerda que cuando el pintor catalán entregó el cuadro
tenía la mano tiznada y dejó su huella en el borde inferior. Él se ofreció a
recortar el papel pero los dueños prefirieron dejar este distintivo. La visita
cuesta tres euros y se acompaña con la degustación de un vino. El primer sábado
de cada mes hacen una visita con cata por 18 euros con uno de los enólogos de
la bodega y una vez al año una Premium con Jesús Artajona, el director técnico,
en la que se catan sus mejores vinos. Uno de ellos es su Uno 2006 elaborado con
Chardonnay fermentado en barrica nueva. También se puede escoger todo el pack y
quedarse a degustar su menú bodega con dos vinos (43 euros) que incluye jamón,
queso, ternasco y alubias.
Como Somontano
es una Do joven muchos creen que las bodegas se han creado de la nada. Pues
también eso es posible. Bueno, de la nada no, gracias a una inversión de 90
millones de euros. La última bodega de esta selección es Irius,
un sueño futurista del empresario riojano José Luis Lázaro Carasa inaugurado en
2007. En plena crisis y en un terreno nunca antes cultivado, el proyecto les
parecía a los autóctonos un suicidio empresarial pero ha dado sus frutos, sobre
todo en el mercado exterior. La bodega, una de las más modernas de España y de
Europa, ofrece una visita guiada, la cata de
tres de sus vinos y un menú completo en su restaurante panorámico por 38,50
euros (hay otro más sencillo por 30). Su edificio es una auténtica joya
arquitectónica de más de 50 metros, 30 de los cuales están bajo tierra.
Paseo y comida
por Barbastro
No podéis
regresar a casa sin ver la ciudad de Barbastro. Un paseo rápido
servirá para descubrir la gastronomía local y sus monumentos más
característicos como su imponente Catedral de la Asunción o su Museo Diocesano-
recientemente restaurado-.
Para comer os
recomendamos un sitio con un encanto especial: La Bodega del Vero, conocida también por “La
frutería”. Al pasar por su puerta en la calle Romero nada os invitará a entrar
pero haced el esfuerzo por que en los bajos de esta modesta frutería de barrio,
que abrió hace 52 años y que aún vende productos locales –algunos caseros-, os
servirán una cocina llana con productos típicos barbastrenses: el aceite
ecológico de Ecostean, la gallina trufada de Graus, el tomate rosa o el clásico
ternasco acompañado por un buen vino de la DO y para finalizar un poquito de
Orujo de Colungo. El restaurante está en una antigua fábrica de chocolates de
la que se conservan algunas máquinas que dan un ambiente intimista y rústico
que se completa con botellas de mil y una referencias y cuadros de Peter Khaup.
Pablo Mur y Ana, su hija, os las mostrarán encantados.
Muy cerca
también podéis escaparos al pueblecito de Alquézar, un lugar ideal para
practicar los deportes de montaña.
Para dormir, el
hotel San Ramón, en un edificio art nouveau recientemente restaurado, ofrece un
pack con entrada al spa y un menú especial en el que el vino -como no- es
protagonista. Otra opción rural es el Hostal
Pirineos. Si estáis pensando en escaparos a Somontano reservaros el
primer fin de semana de agosto, que es cuando se celebra el Festival Vino
Somontano. Cuatro noches para las tapas y los vinos. No os cansaréis de catar y
catar.
